miércoles, 10 de agosto de 2011

Capítulo 2.


Una hora más tarde nos dirigimos hacia la tienda donde mi hermano había dejado su mini-cadena para que la arreglasen. Un pitido sonó al abrir la puerta de la tienda indicando que entraba o salía alguien, aunque en este caso entrabamos yo y Vero. La tienda estaba algo sucia, normal, ya que estaba llena de aparatos viejos y otros no tan viejos que la gente llevaba para que los arreglaran. Nos dirigimos hacia el mostrador y un hombre mayor, de pelo blanco y no muy abundante se puso justo en frente de nosotras.
-¿Qué desean las señoritas? - Nos dijo con una sonrisa simpática.
-Vengo a recoger una mini-cadena que dejó aquí mi hermano hace una semana.- Respondí sacando de mi bolso un papel que le dieron a mi hermano para que la pudiera recoger y se lo entregué al señor.
-Ajá, ahora mismo se lo traigo preciosa.- El señor se marchó volviendo a los pocos minutos trayendo consigo la mini-cadena de mi hermano. –Aquí tienes, como nueva… son 40€.- Dijo mientras ponía la mini-cadena en el mostrador.
-Vero, cógela y llévala hasta la moto, quédate allí mientras que yo le pago al señor que yo no puedo con las bolsas de la ropa.-  Verónica suspiró, cogió la mini-cadena y se la llevó hacia la moto. Saqué mi cartera y pagué al señor, a lo que él respondió con un <<gracias>>.
 Cuando me dirigía hacia la puerta para salir sentí un choque, un chico que trabajaba se había tropezado conmigo haciendo que todas las bolsas de la ropa se me cayeran al suelo saliéndose alguna que otra prenda de la bolsa, con tantísima casualidad que una de las prendas cayó en un charco de grasa que salía de un aparato. No me podía creer lo que había pasado,  el vestido más caro y que más me gustaba estaba lleno de grasa, me llevé las manos a la cabeza mientras miraba la ropa.  Un chico moreno con los ojos verdes me miraba, había sido él con el que me había chocado, había sido el culpable de que toda mi ropa se cayera al suelo y una de ellas, mi FAVORITA, se manchara.
-¡Pero se puede saber en qué mundo andas! ¿No puedes mirar por donde coño vas? Y ahora… ¿Qué hago yo con esto?.- La rabia se apoderaba de mí, solo hacía soltar palabras por la boca, estaba muy enfadada. El chico me miraba con una ceja arqueada, y en su boca se dibujaba una sonrisa chulesca.
-Eh, eh, eh… Shh, tranquila chica, que tampoco es para tanto.- El chico se pasó la mano por la frente quitándose el sudor que tenía en ella.- Solo es un simple vestido…-
-¿Qué no es para tanto?.- Me agaché y cogí el vestido por un sitio que no estaba manchado y se lo enseñé.-¿Sabes cuánto me ha costado el simple vestido?
-La verdad no me importa.- El chico se dirigió hacia otra parte de la tienda, yo le seguí con el vestido en la mano.
-¡Me ha costado 200€! ¡Es de marca, y por tu culpa está hecho mierda! ¡Eres un imbécil sabes?
-¿Cuánto has dicho que cuesta?.- Al chico se le puso los ojos como platos…-Por lo que veo eres una de esas chicas pijas estúpidas a la que no le importa gastarse todo el dinero en ropa… No creo que sea un problema para ti que se haya estropeado tu vestido, solamente tienes que ir a llorarle a tus padres para que te compren uno nuevo…
-¡A mis padres los dejas en paz, no se merecen que un gilipollas como tú los nombre!.- Me agaché y empecé a recoger la ropa que estaba tirada por el suelo mintiéndola en las bolsas.-Y sí, me compraré algo nuevo, cosa que deberías hacer tú porque tu ropa da pena…
-Aparte de pija, borde… ¿Algo más para completar el lote?.- No cabía duda en que el chico quería sacarme de mis casillas y para ser sinceros lo estaba consiguiendo. El chico comenzó a arreglar una radio que parecía de los años 50 y seguía hablándome mientras miraba el defecto que podría tener la radio. –¿Y bien? Te vas a quedar ahí como una mosca cojonera a darme la lata?
La rabia me invadía, no solo se había cargado mi vestido nuevo en el que me había gastado 200€, sino que también me estaba vacilando. Justo antes de que pudiera responderle sonó de nuevo el sonido de la puerta, era Verónica con la mini-cadena en los brazos que me miraba con cara de asesina por el tiempo que le estaba haciendo esperar fuera.
-¿Se puede saber que haces? Son  las dos de la tarde, hace frío, estoy cargando la mini-cadena de tu hermano y encima tengo que estar en mi casa a las dos y cuarto.- Verónica se quedó paralizada en la puerta mirándome esperando a que reaccionara y saliera de la tienda, las dos de la tarde, era la hora de comer y seguro que mi hermano me estaba esperando para almorzar juntos en casa.
No podía perder más tiempo, así que me fui de la tienda diciéndole al chico: <<Paso de perder más tiempo con un imbécil como tú. >> a lo que él me respondió con una pequeña risa.
Nos montamos en la vespa, Verónica detrás de mí con la mini-cadena puesta entre mi espalda y su barriga, agarrándola con una mano mientras que con la otra se agarraba a mí. Yo delante, con las bolsas de ropa en el posa pies de la moto teniendo cuidado de que no se cayesen…

-¿Por qué has tardado tanto?- Preguntó con interés Vero.
-Nada, que el mundo está lleno de gilipollas…- Respondí a la vez que arranqué la moto.

Llegué a casa en unos 10 minutos con Verónica, ya que si la llevaba a su casa después tendría que ir cargada con todas las cosas en la moto y como  su casa estaba a tan solo unos 5 minutos de la mía llegaría a la hora justa andando. Verónica se bajó de la moto, cogió sus bolsas de ropa y se quitó el casco dándomelo, lo agarré metiendo mi brazo por dentro.
-Bueno, tiro para casa que como llegue tarde mi madre se va a enfadar.- Dijo Verónica poniéndose bien el pelo, ya que con el casco se había despeinado.
-Vale, después hablamos…- Entré en el garaje con la moto, la aparqué y dejé el casco justo al lado. Cogí las bolsas de la ropa y pasé la mano por las asas dejándolas caer en las muñecas, agarré la mini-cadena y entré en casa después de un gran esfuerzo por abrir la puerta ya que con todas las cosas no podía abrir.
Pasé por el salón y allí estaba David, sentado en la mesa esperando a que yo llegara para comer juntos. Mi hermano era un chico de 26 años, alto, de ojos marrones y grandes heredados de papá, de pelo castaño y repeinado. Siempre vestía elegante ya que su trabajo de empresario no le permitía vestir de cualquier forma. Responsable, trabajador, luchador, simpático…
Solté las cosas en el sofá y me senté en la mesa justo en frente de él. En la mesa dos platos de sopa en frente de cada uno de nosotros, más al centro una fuente de filetes con patatas fritas, un bol de cristal con ensalada y unas botellas de refresco y agua.
-Son las dos y veinte… ¿Qué te ha pasado para llegar a estas horas?- Preguntó mi hermano mientras se colocaba una servilleta de tela en el cuello.
-Solo te digo que espero que no se estropee más nada y si algo se estropea cómpralo nuevo, porque yo no me vuelvo a acercar a esa tienda jamás…-Respondí recordando lo ocurrido en aquella tienda en la que tenía clarísimo que jamás volvería a entrar.
-Pero… ¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido?- Insistió mi hermano para que le contase lo que pasó.
-Nada, no tengo ganas de hablar de eso ahora mismo…
Mi hermano se dio por vencido y empezó a coger cucharadas de la sopa y llevárselas a la boca, por lo cual yo hice lo mismo. Se hizo el silencio en la habitación, solo se escuchaba el sonido de las cucharas que al quedar poca sopa chocaba contra el plato. Una vez terminado el primer plato nos comenzamos a poner en el plato la cantidad de filetes y patatas que queríamos.
― ¿Sabes qué día es mañana? ―David cortó el filete en trozos, y uno de ellos se lo llevó a la boca.
Claro que lo sabía, era imposible olvidar un día así, un día en el que hasta hace cinco años exactamente lo pasábamos genial y que desde 5 años para acá recordábamos con nostalgia.
― Es el cumpleaños de mamá…―Mi mirada estaba fija en la mesa, inmóvil. Me llevé una patata frita a la boca mientras mi hermano se me quedaba mirando.
― ¿Te parece si mañana hacemos algo especial? Puedo pedir el día libre y pasarlo juntos…―
―Vale, me parece bien. ―Contesté.
Al rato terminamos de comer, Lourdes  se encargó de limpiar la mesa y mi hermano se fue al trabajo. Me dirige hacia mi cuarto y me tumbé en la cama, pensativa, los recuerdos inundaban mi mente. La echaba tanto de menos… a ella, a mi madre, desde el día de su muerte ya nada era igual, todo ha cambiado desde hace 5 años. Papá se refugió tanto en su trabajo que decidió irse a trabajar al extranjero, viniendo una vez por mes. Echaba tanto de menos aquellos momentos en los que tenía 13 años, en los que toda la familia estaba unida… Poco a poco entre tantos pensamientos mi mente se vio envuelta en un profundo sueño.

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